Sarna del manzano y del peral
Una amenaza latente para los valles. Un especialista del INTA explica las precauciones necesarias y la forma correcta de tratar la enfermedad. Para la próxima temporada, según el cultivo, habrá que introducir cambios.
Por Rafael De Rossi [email protected] Río Colorado
El problema de la sarna en manzanos (Venturia inaequalis) y perales (Venturia pyrina), para áreas de producción de la región no endémica, como Alto Valle o Valle Medio, puede constituir una molestia dentro de la sanidad de los montes, con eventuales repercusiones comerciales.
En las últimas cinco temporadas, la sarna del manzano dejó de registrarse. Podemos adjudicar esta situación al impacto de la sequía dada en la zona entre el 2008 y 2012, que impidió la multiplicación del hongo Venturia inaequalis; sin embargo, en la última temporada, está volviendo a aparecer. La sarna del peral se mantuvo sin cambios en estos años y con problemas de control crecientes entre los productores.
La tabla de Mill’s es una guía adecuada para el control en perales y manzanos durante la primavera, se utiliza el índice de Infección, producto de las horas de hoja mojada y la temperatura.
En perales, desde la brotación hasta la cosecha, la tabla funciona sin variaciones. Los índices de infección valen para toda la temporada, como si el fruto siempre tuviera una semana de edad.
En cambio en manzanos, el índice mínimo de infección en frutos se va incrementando con la edad del mismo. Si para un fruto recién cuajado bastan 14 horas de mojado con 10°C de temperatura media para que haya infección, para un fruto de 15 semanas de edad (primera semana de febrero), habrá riesgo de infección solamente si se presentasen al menos 28 horas de “mojado” con 16°C de promedio. Por ello, durante el verano, pueden haber nuevas manchas en hojas y no en fruta.
En cualquier momento del año, se considera el índice de infección para emitir un aviso de alarma, que indica hasta qué hora/fecha se debe intervenir según el tipo de fungicida.
Si circunscribimos este problema solamente a la cosecha y a las posibles derivaciones comerciales, hay que tener en cuenta que los tratamientos de poscosecha en empaques, no tienen ningún efecto contra el hongo. Durante la conservación no hay contagio de la fruta enferma a la sana; lo que sí puede haber es desarrollo de nuevos síntomas de infecciones ya ocurridas, latentes, en el momento de la cosecha.
El tratamiento erradicante otoñal se debe realizar con urea al 5% en aplicaciones al follaje. Con esto se logra adelantar la caída de hojas en un momento en que las temperaturas son mayores y favorecer la proliferación de hongos antagónicos al de la sarna. Esta práctica tiene reparos nutricionales para montes de vigor excesivo; en ellos se puede aplicar un benzimidazol o un inhibidor de la biosíntesis del ergosterol (IBE) en poscosecha, previo a la caída de las hojas, para interferir en el proceso de formación de los cuerpos fructíferos donde se alojan las esporas.
La aplicación de urea al 5% también puede efectuarse, con similares resultados en el mes de agosto sobre los restos de hojas que se encuentran en el suelo, pero hay que asegurarse de mojarlas a todas, lo cual es difícil si están en “capas”.
En cualquier momento, todo aquello que favorezca la descomposición de las hojas jugará a favor, sea el contacto directo con el suelo, la ausencia de malezas bajo la copa, la incorporación de éstas mediante rastra, o el molido.
Todas estas presunciones y sugerencias pueden volverse felizmente innecesarias en la próxima temporada, si las condiciones climáticas no son favorables al hongo. Hay estudios que determinaron que, para Alto Valle, la fase epidemiológica otoño-invernal del hongo no siempre se completa si no se alcanzan determinadas condiciones.
En las últimas cinco temporadas, la sarna del manzano dejó de registrarse. La del peral se mantuvo sin cambios y con problemas de control crecientes. Fuente: diario Río Negro