Vitivinicultura con raíces: nuevos liderazgos y una agenda de trabajo para fortalecer la región

Por Redacción.
General Roca. Bajo la sombra de las parras y con el eco de tantas historias que se fermentan en silencio, la vitivinicultura rionegrina avanza en una nueva etapa. Productores, técnicos, funcionarios y referentes históricos se reunieron en un encuentro que combinó decisiones estratégicas con emociones sinceras, para pensar en el presente y futuro del vino patagónico.
Más allá de los discursos formales, lo que se sintió fue el pulso de una actividad que da trabajo, arraiga familias y construye identidad. El nombramiento de una nueva comisión directiva fue el marco para trazar una hoja de ruta que mira hacia el desarrollo, sin olvidar las raíces.
Marcelo Miras, enólogo reconocido por su compromiso con el Alto Valle, asumió la presidencia del sector. Lo acompañan Ezequiel Neumiac, como secretario y Sergio Cosentino, como tesorero. “Queremos abrir el juego. Hay que sumar a hoteles, restaurantes, y articular con Neuquén y Chubut para que la Patagonia vitivinícola crezca unida”, planteó Miras, con una mirada que trasciende las fronteras administrativas para pensar en términos de región.
Estuvieron presentes Carlos Banacloy, Ministro de Desarrollo Económico y Productivo; Facundo Fernández, Secretario de Fruticultura; y Mariana Cerutti, Directora de Vitivinicultura. Las autoridades coincidieron en que el acompañamiento del Estado es clave, pero que sin el empuje de quienes están todos los días en la viña, nada sería posible.
El plan de trabajo no se limita a grandes anuncios: incluye promoción, capacitación, fortalecimiento institucional y vínculos regionales. En otras palabras, una apuesta concreta a mejorar cada eslabón de la cadena, desde la planta hasta la copa, con valor agregado local.
Uno de los momentos más emotivos fue el reconocimiento a Juan Garabito, Guillermo Barzi, Ana Gennari y Norberto Ghirardelli, pioneros que trabajaron durante décadas para posicionar al vino patagónico en el mapa. Sus trayectorias hablan de sacrificios, de innovación cuando todo era incierto, y de una convicción compartida: que en estas tierras se puede hacer vino de calidad.
El ambiente fue cálido, con charlas cruzadas sobre cosechas, ventas, clima y jóvenes que vuelven al campo con ideas nuevas. Porque más allá de las cifras, la vitivinicultura es una red de personas: técnicos, cosechadores, enólogos, trabajadores rurales, emprendedores turísticos, cocineros, distribuidores, familias enteras que encuentran en el vino una forma de vida.
En tiempos donde muchas actividades regionales enfrentan incertidumbres, la vitivinicultura rionegrina se planta con firmeza. No solo por su capacidad productiva, sino por lo que representa: trabajo genuino, pertenencia, cultura y posibilidad de futuro para cientos de personas que eligen quedarse y apostar a su lugar.