Vinos rionegrinos: una identidad que evoluciona entre el arraigo y las nuevas tendencias globales.

Río Negro consolida su protagonismo dentro del mapa vitivinícola argentino con una combinación difícil de igualar: condiciones naturales excepcionales, tradición productiva y capacidad de adaptación a los nuevos hábitos de consumo. En un escenario donde la tendencia mundial muestra una baja sostenida en la ingesta de bebidas alcohólicas, la región busca abrir caminos que permitan mantener su liderazgo sin perder su esencia.
En los valles irrigados, donde hace más de 100 años se dio origen al oasis productivo que hoy define el Alto Valle, las bodegas rionegrinas encuentran un entorno ideal: suelos equilibrados, clima templado y una calidad de agua que garantiza el desarrollo pleno de la vid. Estas características, sumadas a un manejo vitícola cuidadoso, explican en parte por qué el vino rionegrino alcanza un valor FOB por litro casi tres veces superior al promedio nacional, y el más alto de toda la Patagonia.
Un recambio varietal que renueva la identidad
En los últimos años, la región ha experimentado un proceso de recambio varietal que marca una nueva etapa para la vitivinicultura rionegrina. Sin que se hayan erradicado viñedos, se multiplican las experiencias con variedades que responden mejor al paladar actual: vinos más frescos, equilibrados y de menor graduación alcohólica. Entre las tintas, el Pinot Noir y el Malbec siguen destacándose, mientras que las blancas continúan ganando terreno en zonas donde la amplitud térmica y la sanidad del clima son aliadas naturales.
Nuevos hábitos, nuevos desafíos
El sector observa con atención una tendencia que trasciende fronteras: la reducción en el consumo de alcohol. No se trata sólo de una consecuencia de la coyuntura económica, sino de un cambio cultural que impulsa a explorar alternativas más livianas y saludables.
En este sentido, la industria rionegrina analiza distintas líneas de trabajo. Una de ellas apunta a vinos con menor graduación alcohólica, que se logran adelantando la cosecha para alcanzar alrededor de 10 grados. Esta estrategia permite ofrecer productos frescos y modernos, sin alterar la esencia del vino. Paralelamente, se siguen de cerca los avances que ya se registran en otras provincias, como Mendoza, donde algunas bodegas comenzaron a elaborar vinos de cero alcohol.
Producir este tipo de bebidas implica un desafío técnico y económico considerable, ya que requiere tecnología específica para mantener la estructura, el aroma y la expresión varietal del vino original. Sin embargo, las bodegas patagónicas entienden que es un camino que merece ser explorado, especialmente frente a un consumidor global que busca opciones sin renunciar a la experiencia sensorial que el vino ofrece.
Mirando al futuro
El vino rionegrino se encuentra en una etapa de madurez que combina arraigo, innovación y visión estratégica. La región no sólo conserva sus tradiciones, sino que entiende que la evolución del consumo exige nuevos lenguajes y productos capaces de dialogar con las tendencias globales.
Río Negro se reafirma como un oasis de calidad y talento, un territorio donde el vino sigue siendo mucho más que una bebida: es cultura, historia y futuro.
La entrevista completa a Marcelo Miras, titular de Bodega Miras, se encuentra disponible en todas nuestras plataformas de audio.








