La revolución verde en los campos de Santiago del Estero: el auge de los bioinsumos en la producción frutihortícola

En el corazón de Santiago del Estero, donde la agricultura es tanto un legado como un desafío constante, una innovación está comenzando a transformar la forma en que se cultiva la tierra. Se trata de los bioinsumos, una alternativa sostenible que busca equilibrar la productividad con el respeto por el ambiente, y que ya está generando resultados prometedores en la producción frutihortícola.

Los bioinsumos son productos biológicos elaborados a partir de microorganismos o compuestos bioactivos que, aplicados a los cultivos, estimulan su crecimiento y los protegen de plagas y enfermedades. Esta tecnología, respaldada por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y la Universidad Nacional de Santiago del Estero, ofrece una solución para los productores que buscan reducir la dependencia de fertilizantes y agroquímicos convencionales, cuyos costos y efectos ambientales son cada vez más difíciles de justificar.

Un cambio necesario para un mercado exigente

La creciente demanda de alimentos libres de residuos químicos está impulsando la adopción de bioinsumos en diversas regiones del país. Silvana Ruiz, especialista en calidad de poscosecha del INTA, explica que la necesidad de un cambio en el modelo productivo es cada vez más evidente.

“Los consumidores buscan alimentos más saludables, y los productores necesitan alternativas que les permitan mejorar el rendimiento sin comprometer la sostenibilidad del sistema productivo. Los bioinsumos cumplen con ambos requisitos”, señala Ruiz.

Uno de los cultivos que mejor refleja el impacto de esta innovación es la sandía, un emblema de la producción frutihortícola en Santiago del Estero. Durante la campaña 2023/2024, se llevaron a cabo ensayos comparativos entre plantas tratadas con bioinsumos y aquellas que recibieron fertilización convencional. Los resultados fueron contundentes: las sandías que crecieron con bioestimulantes biológicos mostraron mayor sanidad y resistencia al estrés térmico e hídrico, condiciones críticas en una región donde las temperaturas extremas pueden afectar gravemente los cultivos.

Más producción con menos impacto ambiental

Yesica Gramajo Domínguez, especialista en Horticultura del INTA, detalla que el rendimiento por hectárea de las sandías tratadas con bioinsumos alcanzó los 150.000 kilogramos, frente a los 115.200 kilogramos obtenidos con fertilización química.

“Esto no solo demuestra que los bioinsumos pueden igualar o superar los rendimientos tradicionales, sino que también nos abre la puerta a una producción más eficiente y sustentable”, subraya Gramajo Domínguez.

Aunque los parámetros de calidad, como grados Brix y espesor de la corteza, no mostraron diferencias significativas entre ambos métodos, la reducción en el uso de productos químicos y el fortalecimiento natural de las plantas presentan ventajas adicionales. Los investigadores del INTA destacan que estos productos reducen la huella ambiental de la producción y mejoran la fertilidad del suelo a largo plazo.

Un horizonte de oportunidades y desafíos

Si bien los bioinsumos han demostrado ser eficaces, su adopción a gran escala aún enfrenta desafíos. La falta de conocimiento y la resistencia al cambio en algunos sectores agrícolas son barreras que los especialistas buscan derribar mediante capacitaciones y ensayos demostrativos.

Ruiz enfatiza la importancia de seguir investigando los efectos a largo plazo de estos insumos y su impacto en la calidad nutricional de los frutos. “Todavía queda mucho por explorar, pero los resultados preliminares nos permiten pensar en una agricultura diferente, más equilibrada y resiliente”.

En un mundo donde la seguridad alimentaria y el cambio climático plantean desafíos inminentes, los bioinsumos aparecen como una herramienta clave para construir una agricultura del futuro. Santiago del Estero, con su vasta tradición agrícola, se encuentra en la vanguardia de esta transformación, demostrando que es posible producir más, mejor y con menor impacto ambiental. La revolución verde ha comenzado en los campos argentinos, y el potencial que encierra es tan vasto como la tierra misma.