La fruticultura rionegrina, en pausa forzada: esperan definiciones nacionales sobre poda, créditos y el futuro del INTA

Audio:presidente de la Cámara de Productores de Villa Regina, General Enrique Godoy, Chichinales y Valle Azul —Mauricio Molinaro
En pleno invierno patagónico, cuando el silencio de las chacras suele estar acompañado por el sonido metálico de las tijeras de poda, el presente de la fruticultura rionegrina transcurre entre la incertidumbre y la espera. Las tareas fundamentales para preparar los montes de cara a la próxima temporada se encuentran, en muchos casos, postergadas. No por decisión técnica, sino por falta de recursos.
En diálogo con este medio, el presidente de la Cámara de Productores de Villa Regina, General Enrique Godoy, Chichinales y Valle Azul —zona clave en el corazón productivo del Alto Valle— compartió la creciente preocupación del sector frente a la ausencia de definiciones por parte del Gobierno nacional sobre un posible financiamiento para afrontar los costos de poda, así como la necesidad de reprogramar el vencimiento de los créditos tomados para cosecha durante el verano pasado. El planteo que se evalúa es trasladar el inicio de los pagos a enero próximo, buscando aliviar una coyuntura económica que se vuelve cada vez más asfixiante para las economías regionales.
La poda no es un detalle. Es una práctica técnica fundamental que determina el equilibrio de las plantas, su sanidad y, sobre todo, su rendimiento futuro. No se trata de una inversión opcional, sino de una necesidad biológica y productiva. Pero sin asistencia financiera acorde a los tiempos del ciclo agrícola, muchos productores se ven forzados a postergar o reducir las labores al mínimo.
En paralelo a este escenario productivo, otro frente de tensión se asoma: la propuesta del Gobierno nacional de reestructurar el INTA, que incluiría el cierre de agencias de extensión rural en distintos puntos del país. En el Alto Valle, la noticia cayó como un baldazo de agua fría. Las agencias de extensión son, desde hace décadas, el vínculo directo entre el conocimiento científico y el saber práctico de los productores.
En una región caracterizada por el predominio de pequeños y medianos chacareros, los técnicos del INTA han sido actores silenciosos pero indispensables: conocen los suelos, los montes y las familias. Están presentes en las capacitaciones, en la sanidad, en la certificación de buenas prácticas, en el acompañamiento a jóvenes y mujeres rurales, y en cada poda, raleo o cosecha. Reducir esa presencia no es solo achicar el Estado: es desconectarlo del territorio.
Mientras tanto, las ramas esperan. Y también los hombres y mujeres que las cuidan. Con frío, con esfuerzo y con una paciencia que empieza a desgastarse, los fruticultores de Río Negro siguen esperando una señal clara. Porque en el campo, el tiempo no se detiene, y los ciclos productivos tampoco.