Entre frambuesas y moras: la resistencia dulce de Chacra La Piedad frente al avance urbano en Plottier.
En el corazón productivo del Limay, dos mujeres defienden con frutos rojos un oasis agroecológico amenazado por la presión inmobiliaria. Entre aromas de frambuesa recién cortada y el zumbido de las abejas, el campo se convierte en un acto de resistencia.
A pocos minutos del centro de Plottier, donde las calles se abren paso hacia nuevos loteos y el cemento avanza sobre lo que antes fueron hileras de frutales, Chacra La Piedad sigue respirando a ritmo de cosecha. Allí, sobre cuatro hectáreas de suelo fértil, Gisela Hofmann y Lucía Mas han tejido una historia de perseverancia que florece entre frambuesas, moras, frutillas y cerezas, bajo un sol patagónico cada vez más intenso.
El visitante que cruza el portón de madera no entra solo a un campo: ingresa a una postal viva donde el verde de las plantas se mezcla con el rojo vibrante de los frutos maduros. El aroma dulce y fresco se cuela entre los surcos, mientras las manos expertas separan con cuidado cada baya para preservarla intacta hasta llegar a la mesa del cliente.
En un paisaje donde la tentación de vender la tierra a desarrolladores inmobiliarios promete ganancias rápidas y sin madrugones, ellas han elegido otro camino: el del trabajo paciente, la producción agroecológica y la cercanía con la comunidad. Su chacra abastece a mercados y familias de Neuquén, Río Negro e incluso La Pampa, con fruta fresca y congelada que conserva intacto el sabor del verano patagónico.
La producción, que combina variedades seleccionadas para el suelo del Alto Valle, requiere un seguimiento constante: poda estival, control de malezas, riego preciso y la lucha diaria contra el calor extremo, que amenaza con quemar las delicadas bayas. Todo se hace en el propio establecimiento: lavado, selección, empaque y congelado, con una sala habilitada y cámaras de frío que permiten garantizar calidad y disponibilidad todo el año.
Además de la venta directa y la distribución a gran escala, La Piedad abre sus tranqueras a quienes quieren vivir la experiencia completa: recorrer las hileras, probar la fruta en el momento justo y llevarse un pedazo de esa resistencia dulce que desafía a la urbanización descontrolada.
En cada frambuesa que cosechan, Gisela y Lucía siembran algo más que alimento: preservan una forma de vida, un compromiso con la tierra y una identidad productiva que no se rinde ante las modas ni las presiones del mercado inmobiliario. Entre la barda y el río, siguen demostrando que producir en pequeña escala no es un obstáculo, sino una forma de mantener vivo el alma rural en medio del crecimiento urbano.
Escuchá la entrevista completa con Gisela Hofmann, disponible en todas nuestras plataformas de audio, y descubrí cómo se vive la cosecha en primera persona, con el aroma y el color de la fruta fresca como telón de fondo.