Dos décadas de innovación en silencio: el esfuerzo de Daniel Caporaletti y la deuda regulatoria de la Argentina en la producción de insectos

La cría de insectos con fines alimentarios y ambientales se presenta en el mundo como una de las respuestas más sólidas a los desafíos de sustentabilidad del siglo XXI. Sin embargo, en la Argentina, este camino todavía se encuentra atado a restricciones normativas que limitan su expansión, a pesar de contar con pioneros que vienen trabajando desde hace más de dos décadas.
Uno de ellos es el biólogo Daniel Caporaletti, fundador de la empresa Grillos Capo, radicado en la Ciudad de Buenos Aires, quien inició en 2002 un proyecto que en aquel entonces parecía utópico, producir insectos en forma controlada para abastecer tanto la alimentación animal como, en un futuro, el consumo humano. Su historia refleja la persistencia de un emprendedor que supo anticiparse a las tendencias globales, aun cuando la legislación nacional todavía no brinda un marco para el consumo humano de estos productos.
Hoy, en 2025, su empresa produce cinco especies de insectos —entre ellos grillos, escarabajos y la mosca soldado negra— que se destinan principalmente a zoológicos, criaderos y programas de conservación. Un ejemplo de ello es el abastecimiento de insectos en la provincia de Neuquén para la ranita del Valcheta, especie endémica en peligro de extinción cuya dieta requiere proteínas específicas que solo pueden proveer los insectos.
La “mosca soldado negra”, en particular, se ha transformado en una especie clave a nivel mundial, no solo como fuente de proteína para animales sino también como insumo para fertilizantes orgánicos y bioproductos. Caporaletti fue de los primeros en introducirla en el país, desarrollando técnicas de cría y adaptación que hoy despiertan interés en distintos ámbitos académicos y productivos.
El mayor obstáculo, sin embargo, sigue siendo regulatorio. Mientras países como México ya avanzaron en la autorización y normalización del consumo humano de insectos, la Argentina mantiene esta producción circunscripta al ámbito experimental o destinado a animales. Esta demora limita la posibilidad de escalar emprendimientos que podrían generar empleo, valor agregado y exportaciones con una impronta netamente sustentable.
El propio recorrido de Caporaletti es testimonio de las dificultades de sostener un proyecto de largo plazo en un escenario económico inestable y con escaso acompañamiento normativo. Aun así, logró consolidar alianzas con instituciones como el SENASA y con centros de investigación, obteniendo reconocimientos como el premio en el CIATI de Villa Regina, que distinguió su innovación y constancia en un área con enorme proyección.
La experiencia no solo pone en valor el esfuerzo individual de un emprendedor que lleva más de 20 años trabajando en silencio, sino que además plantea un interrogante estratégico: ¿cuánto tiempo más puede permitirse la Argentina seguir relegada en una industria que en el mundo crece a doble dígito, con aplicaciones en alimentación, nutrición animal, biotecnología y gestión de residuos?
La respuesta a esta pregunta depende en gran medida de la decisión política y regulatoria. Mientras tanto, Caporaletti continúa con la misma convicción que lo impulsó en 2002, apostando por un modelo productivo que une innovación, sustentabilidad y compromiso con la biodiversidad.
La entrevista completa al biólogo, Daniel Caporaletti está disponible en todas nuestras plataformas de audio.
Mosca soldado negra.