Descubren nuevas especies de abejas

Investigadores de la FAUBA las hallaron y clasificaron en la provincia de Misiones. Hasta el presente, eran desconocidas para la ciencia. Su característica más llamativa es que usan aceites florales que sólo obtienen al visitar determinadas plantas tropicales.

Por: Pablo A. Roset

Como resultado de sus investigaciones, Juan Pablo Torretta, profesor adjunto de la cátedra de Botánica General de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), y su grupo encontraron y describieron dos especies nuevas dentro del grupo conocido vulgarmente como “abejas aceiteras”. Se llaman Monoeca pulchella y Monoeca armata, y su género, Monoeca, tampoco estaba documentado en el país. Si bien polinizan flores, como la típica abeja melífera, se diferencian claramente porque colectan aceite de ciertos vegetales.

“Además de polen, las abejas aceiteras reciben aceite como recompensa por visitar y polinizar las flores de varias familias de plantas. Estas abejas están distribuidas por todo el trópico, pero fundamentalmente viven en el Neotrópico; es decir, en la región tropical de América. En la Argentina hay una tribu muy difundida llamada Tapinotaspidini, que incluye una gran variedad de abejas y al cual pertenecen las dos especies que descubrimos en Misiones”, comentó Juan Pablo al sitio de divulgación científica Sobre La Tierra.

Torretta, quien también es investigador adjunto del Conicet, lleva adelante sus estudios sobre abejas desde hace aproximadamente 10 años, en colaboración con otros profesionales como Arturo Roig Alsina, del Museo Argentino de Ciencias Naturales, con quien estudia la taxonomía de estas abejas. Juan Pablo también colabora con Sandra Aliscioni, docente de la FAUBA. Con ella estudia la anatomía de las flores en relación con la secreción del aceite. La descripción de las nuevas especies fue publicada en la revista científica Journal of Melittology.

“En general, las abejas aceiteras varían mucho tanto en formas como en tamaños, pero no son rarezas. A pesar de que pueden tener distintos colores y medir desde 6 milímetros hasta 4 centímetros, cuando uno las ve se da cuenta de que son abejas. Una particularidad es que poseen una o varias patas modificadas para almacenar el aceite. En el caso puntual de M. pulchella y M. armata, tienen los cepillos colectores de aceites en la parte interna de las cuatro patas delanteras, en la misma posición que las especies de otra tribu aceitera importante: Centridini”, explicó el investigador.

Juan Pablo señaló que esta clase de abejas usan el aceite, que es muy energético, para alimentar a sus crías y construir los nidos. En lugar de miel, para darle de comer a las larvas elaboran una mezcla de aceite y polen. Asimismo, fabrican los nidos con una masa de aceite y arena o tierra, a diferencia de la abeja de miel, que fabrica los típicos panales de cera. Por otra parte, al poseer hábitos solitarios, las aceiteras hacen nidos pequeños, de pocas celdas. “Algunas utilizan cavidades preexistentes; otras ubican sus nidos en el suelo. Al estar hechos con aceite, los nidos son impermeables al agua. Hay casos documentados de larvas que sobrevivieron inundaciones de hasta siete años y emergieron naturalmente cuando el agua se retiró”.

Las fuentes de aceite

Torretta aclaró que sólo ciertos grupos de plantas (familias) producen el aceite que cosechan estas abejas. “El aceite como recompensa fue un hallazgo reciente. Hace sólo 50 años se vio que existía el vínculo entre ciertas plantas y estas abejas. Quien lo descubrió y describió fue Stefan Vogel, un biólogo alemán que visitó la FAUBA y trabajó en nuestro jardín botánico”.

“Una de las familias aceiteras por excelencia se llama Malpighiaceae, en la cual el aceite como recompensa floral es una condición primitiva. Aunque las Malpigiáceas del viejo continente no producen aceite, las del Neotrópico sí. La interacción más vieja que se conoce de esta familia es con abejas aceiteras de la tribu Centridini, posiblemente del género Epicharis, el más primitivo de la tribu. Un ejemplo comercial de una Malpigiácea polinizada por estas abejas es la acerola, muy apreciada en Brasil por sus frutos comestibles”, afirmó Torretta.

El investigador resaltó que para que se dé una interacción provechosa entre las plantas aceiteras y las abejas que lo recolectan, ambas deben poseer adaptaciones especiales. “Las estructuras secretoras de aceite (elaióforos) son variables. Pueden ser epiteliales (es decir, el aceite se acumula en unas ampollas en la epidermis de las plantas) o tricomáticas (que son como pelos secretores). Actualmente se encontraron elaióforos intermedios, parte epitelial y parte tricomáticos. Por su parte, las abejas aceiteras tienen pelos modificados, duros, con los que rompen esas estructuras y colectan el aceite al visitar las flores. Estos resultados están publicados en la revista Plant Systematics and Evolution”.

Estudios a futuro

El docente sostuvo que al presente, él y su grupo están estudiando el género Paratetrapedia, del cual sólo se habían citado tres especies en la Argentina y ahora se conocen seis. “A la parte tropical de nuestro país llegan varias especies de abejas aceiteras, mucho más frecuentes al norte de Sudamérica. La idea es sumarlas a nuestras investigaciones. Hace 5 ó 6 años que realizamos campañas a Misiones, Formosa y Corrientes en busca de estas abejas y estamos recolectando gran cantidad de especímenes desconocidos para nuestro país, e incluso para la ciencia”.

Otra de las patas del trabajo de Juan Pablo Torretta junto a Sandra Aliscioni es el estudio de la anatomía de las flores de Malpigiáceas. “Los estigmas difieren en forma y posición según el género de la planta al que pertenezcan. Hoy por hoy, estamos tratando de entender si las distintas disposiciones de esas piezas guardan relación con el tamaño o la forma de la abeja que llega a la flor. A su vez, queremos saber si esto permite una polinización más eficiente mientras la abeja se lleva su recompensa de aceite”.

Para finalizar, Torretta dijo: “Desde mi punto de vista como investigador y botánico, lo más interesante de mis estudios es la interacción entre las plantas y los insectos. Es fascinante ver que, en realidad, no es que uno de ellos cambia y el otro se adapta; los dos grupos van adaptándose constantemente”.