Cerezas de Los Antiguos: identidad, territorio y un sello que nace del sur del mundo.audio.

En la punta sur del mapa, donde la cordillera se suaviza y los vientos helados del Lago Buenos Aires recorren los valles, crecen las cerezas más australes del mundo. Son rojas, firmes, dulces, intensas. Y desde hace pocos días, también son oficialmente únicas: las cerezas del Valle de Los Antiguos —en la provincia de Santa Cruz acaban de obtener su Denominación de Origen (DO) , convirtiéndose en las primeras frutas patagónicas con ese sello de distinción.

Este logro no es solo un sello; es el resultado de más de una década de trabajo técnico, organización territorial y convicción colectiva. Detrás de esta denominación hay productores que se quedaron cuando muchos pensaban en irse, instituciones que apostaron por el valor diferencial y una comunidad que supo construir identidad desde la tierra.

El fruto de un territorio

Aníbal Caminiti, gerente de la Cámara Argentina de Productores de Cerezas Integrados (CAPCI), dialogó con este medio para compartir la profundidad del camino recorrido. No fue solo un trámite: fue un acto de afirmación.

“La Denominación de Origen no es un punto de llegada. Es una herramienta que reconoce la historia, las condiciones naturales y el saber hacer de una comunidad. Las cerezas de Los Antiguos son distintas, y ahora el mundo lo sabe con nombre y apellido”.

Las condiciones agroecológicas del valle son extraordinarias. En esa latitud extrema, el verano regala días largos y noches frescas que permiten un desarrollo lento del fruto, aumentando su concentración de azúcares y su color. Las cerezas de Los Antiguos maduran con paciencia, al ritmo de la cordillera.

Pero la singularidad no es solo ambiental. También es cultural. Son los métodos, la tradición, los protocolos de cosecha y poscosecha, y la relación que las familias productoras tienen con la tierra lo que hace a esta cereza algo irrepetible en otro lugar del planeta.

Un escudo frente al mercado

Obtener una Denominación de Origen implica entrar en una liga donde la trazabilidad, la calidad y la tipicidad no se negocian. Significa que solo aquellas cerezas producidas en Los Antiguos, bajo ciertas prácticas y estándares, podrán usar esa denominación.

Caminiti fue claro: “Esto nos permite protegernos frente a imitaciones y defender nuestra calidad frente a un consumidor que cada vez valora más el origen. Pero también nos obliga a mantener lo que somos. No se trata solo de vender más, sino de sostener una identidad”.

La Denominación fue aprobada por el Ministerio de Agricultura, luego de un proceso que comenzó en 2011, con participación del INTA, el INTI, la Universidad Nacional de la Patagonia Austral, el gobierno de Santa Cruz, el municipio de Los Antiguos la CAPCI, y, por supuesto, los productores. También se sumaron estudios sensoriales y caracterizaciones fisicoquímicas para demostrar científicamente lo que en el valle ya se sabía de forma empírica: que estas cerezas son distintas.

De los antiguos al mundo

Con este reconocimiento, las cerezas patagónicas se posicionan como un producto de exportación con valor agregado simbólico y territorial. En un contexto global donde los alimentos de origen diferenciados ganan terreno, este sello abre nuevas oportunidades en mercados como Europa, Asia y Medio Oriente.

Más que una fruta

En Los Antiguos, cada verano se celebra la Fiesta Nacional de la Cereza. Con la Denominación de Origen ya reconocida, esa fiesta tendrá un nuevo significado. El sello no solo distingue a una fruta: representa a una comunidad, a un paisaje, a una manera de producir que resiste, se reinventa y se proyecta.

La cereza del sur ya tiene nombre propio. Y con él, un futuro que promete madurar con la misma nobleza con la que el viento patagónico cuida sus frutales.

Difunde el contenido