El Alto Valle busca recuperar dinamismo exportador en un escenario de costos y mercados exigentes

Las exportaciones de frutas frescas muestran estabilidad, aunque con leves retrocesos respecto a años anteriores. El crecimiento de las cerezas aporta diversidad a una fruticultura que sigue siendo símbolo de identidad para la Patagonia.

La Patagonia frutícola atraviesa una temporada marcada por la cautela.

El Mensuario Estadístico Frutícola – Septiembre 2025 del SENASA –Centro Regional Patagonia Norte– revela que, si bien la región mantiene su protagonismo en los mercados internacionales, los volúmenes exportados muestran cierta retracción respecto a los años de mayor rendimiento, especialmente en peras y manzanas.

Un leve descenso en los envíos, pero la calidad se sostiene

Entre enero y septiembre de 2025 se despacharon algo más de 380.000 toneladas de frutas frescas, mayormente peras y manzanas, con destino a Brasil, Europa, Estados Unidos y Rusia.

Si bien el número refleja la capacidad productiva del Alto Valle, representa una disminución interanual respecto a los picos alcanzados en temporadas previas, cuando la exportación superaba las 400.000 toneladas en el mismo período.

Las peras, que históricamente lideran la canasta exportadora, mantienen su dominio con cerca del 70% del total de envíos, encabezadas por la variedad Williams. En tanto, las manzanas se sostienen en torno a las 90.000 toneladas, pero con un crecimiento menor al esperado debido a factores como los costos logísticos, el tipo de cambio y la competitividad internacional.

Aun así, los mercados valoran la consistencia sanitaria y la calidad visual de la fruta patagónica, reconocida por su sabor y firmeza. El SENASA detalla que más del 95% de los lotes exportados fueron aprobados sin observaciones, un dato que reafirma el prestigio del sistema de control y el compromiso técnico de la región.

El ascenso firme de las cerezas patagónicas

Entre los datos más alentadores del informe se destaca el crecimiento sostenido del cultivo de cerezas, que continúa expandiendo la matriz frutícola de la Patagonia.

Su excelente calidad, color y firmeza poscosecha las posicionan como un producto premium con creciente demanda en Asia, América del Norte y Europa, consolidando un perfil exportador de alto valor agregado.

 Productores del Valle Medio y del sur rionegrino destacan que las cerezas no solo abren nuevas oportunidades comerciales, sino que también impulsan empleo estacional y fomentan inversiones en infraestructura de frío y empaque.

La apertura de nuevos empaques certificados y la profesionalización del manejo poscosecha refuerzan el potencial del cultivo, que ya empieza a consolidarse como una alternativa estratégica frente a la volatilidad de los mercados tradicionales de peras y manzanas.

Mercados tradicionales y desafíos internos

Brasil se mantiene como el principal destino de las frutas patagónicas, con más de 220.000 toneladas recibidas en lo que va del año, seguido por Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia.

El interés de India y Emiratos Árabes por la fruta argentina continúa creciendo, aunque en volúmenes aún moderados.

Sin embargo, los productores enfrentan un escenario de costos crecientes. El aumento del combustible, los fletes, la energía y los insumos dolarizados afecta la rentabilidad, sobre todo en los establecimientos medianos y pequeños, que constituyen la base del entramado productivo del Valle.

Una economía regional que no se resigna

La fruticultura del Alto Valle sigue siendo un símbolo de identidad y arraigo para la Patagonia.

Aunque las exportaciones no logran despegar con la fuerza de años anteriores, el sector mantiene su vocación exportadora y su prestigio sanitario, atributos que resultan esenciales en un contexto global cada vez más competitivo.

El desafío inmediato pasa por recuperar dinamismo comercial y sostener la rentabilidad, sin perder de vista la innovación tecnológica, la eficiencia energética y la incorporación de nuevos cultivos.

La fruta patagónica, una vez más, demuestra que su mayor fortaleza está en su gente: en las familias chacareras, en los técnicos que acompañan el proceso y en los trabajadores que, contra viento y economía, siguen haciendo que el Valle florezca cada temporada.

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