Ríos que crecen, vidas que se mojan: el impacto rural del aumento de caudales en el Alto Valle.

Por redacción Agrovalle.
La decisión de incrementar los caudales del Neuquén y el Limay para garantizar el suministro eléctrico del AMBA comienza a sentirse en los márgenes más vulnerables del Alto Valle. En Chichinales, pequeños productores alertan por mortandad de animales, forrajes inutilizados y partos adelantados en plena campaña invernal.
Mientras el Área Metropolitana de Buenos Aires atraviesa una ola polar con niveles récord de consumo eléctrico, las decisiones para sostener la demanda energética llegan con fuerza al Alto Valle de Río Negro. Con el objetivo de generar más electricidad, la Autoridad Interjurisdiccional de Cuencas (AIC) ordenó el incremento simultáneo de los caudales de los ríos Limay y Neuquén. Esta medida, que en los centros urbanos se interpreta como parte de la normalidad operativa del sistema, se convierte en una amenaza silenciosa para quienes habitan y producen a orillas del río Negro.
En Chichinales, una localidad agrícola ganadera situada al este del Alto Valle, las consecuencias de esta crecida programada ya empiezan a sentirse. Si bien las autoridades aseguran que “no hay riesgos de desborde” y que “todo está dentro de los márgenes de seguridad”, la realidad en los campos marca otra historia: forrajes empapados, animales atrapados por el barro y partos desincronizados en plena temporada de frío.
Juan Carlos Sasso, vecino de la zona rural, es uno de los testimonios centrales de este relato. Su experiencia, como la de tantos otros productores de pequeña escala, no aparece en los partes oficiales ni en las estadísticas. Pero su voz representa a un sector que enfrenta año tras año el desafío de producir en condiciones climáticas extremas, y que ahora suma la incertidumbre de una intervención hídrica desde el Estado, con lógica centralista y sin diálogo con los actores territoriales.
Las pariciones adelantadas en ovinos y caprinos, provocadas por el estrés hídrico y térmico, son una alerta que preocupa a los crianceros. A eso se suma la pérdida de alimento almacenado: fardos y rollos que se humedecen y fermentan, volviéndose inservibles o incluso peligrosos para la alimentación animal. En un contexto donde los costos de reposición son altísimos y el acceso al crédito es casi nulo, estos impactos pueden ser devastadores.
La necesidad de aumentar la generación eléctrica puede ser incuestionable, pero el modo en que se decide y se comunica esa medida no puede desentenderse de sus efectos colaterales. Las voces del Alto Valle piden ser escuchadas no para oponerse al desarrollo, sino para formar parte de las decisiones que los afectan directamente.
Porque detrás del dato técnico, del caudal medido en metros cúbicos por segundo, hay vidas humanas y animales, trabajo cotidiano y economías de subsistencia. Y esas historias merecen tener un espacio en la agenda nacional.
La entrevista al productor Juan Carlos Sasso disponible en todas nuestras plataformas