Maíz que alimenta futuro: Río Negro impulsa su potencial ganadero con una producción que no detiene su crecimiento

En los campos del Alto Valle y más allá, donde el verde bajo riego contrasta con los suelos patagónicos, el maíz ha dejado de ser solo un cultivo estacional. Se ha convertido, poco a poco, en la columna vertebral de un modelo productivo que piensa en carne, en leche, en arraigo y en futuro.
El secreto no es solo la semilla ni el riego. Es una suma de factores que confluyen en Río Negro para hacer del maíz mucho más que grano: una fuente energética estratégica para la ganadería y un puente hacia una economía agroalimentaria moderna y sostenible.
Ensilaje, riego y estrategia
En plena Patagonia, donde la producción ganadera suele estar condicionada por los extremos del clima, el maíz se encuentra en el riego una herramienta clave. Bajo condiciones controladas, los rendimientos se disparan y permiten obtener no solo granos de alta calidad, sino también un ensilaje que marca la diferencia.
Ese silaje –una mezcla fermentada de tallos, hojas y espigas picadas en el momento justo– se ha vuelto indispensable. No hay invierno, ni sequía, ni escasez que le gane la pulseada a un buen silaje bien guardado. Es ahí donde el maíz deja de ser solo maíz, para transformarse en alimento de alta digestibilidad, capaz de sostener rodeos y tambos a lo largo de todo el año.
Carne y leche: el otro maíz
“Cuando alimentamos al ganado con buen silaje de maíz, no solo aseguramos producción. Estamos agregando calidad”, resume un técnico de la región que acompaña a productores en la toma de decisiones forrajeras. Porque sí: el maíz bien gestionado se traduce en litros de leche más ricos en sólidos y en carnes con mejor conversión.
La cadena se fortalece, el negocio se vuelve más estable y el arraigo rural encuentra una base sólida. No es casual que cada vez más productores mixtos –agrícolas y ganaderos– apuesten por este cultivo, combinando tecnología de punta con saberes territoriales.
Una oportunidad que crece
Los rindes logrados en la región no tienen nada que envidiarle a zonas tradicionalmente maiceras del país. Y si algo dejó claro el avance de la producción en los últimos años es que, en Río Negro, el maíz no es moda: es tendencia con proyección.
Desde las chacras familiares hasta los proyectos integrados de mayor escala, el maíz sigue conquistando hectáreas. Y con él, crece también la idea de una ganadería más eficiente, con menor huella ambiental, y mejor conectada a los desafíos de la alimentación actual.